Como cada primavera, el grupo de mayores del Centro Municipal de la Tercera Edad de Santomera, ha realizado un viaje de cinco días, del 6 al 11 de Mayo, para descubrir unos y redescubrir otros la Costa de la Luz.
Nuestro punto de anclaje era Matalascañas, lugar de descanso y veraneo para gran número de sevillanos y que ha sabido crecer de forma armoniosa procurando conservar los espacios naturales y limitando el número de inmuebles mastodónticos.
Desde este punto hemos visitado las Minas de Río Tinto y, sobre todo, el museo minero y ferroviario en el que se exponen la cultura y el material generados por 5000 años de actividad minera. Sobresalen, por su repercusión, las actividades llevadas a cabo por los británicos que desde 1873 hasta 1954 explotaron la cuenca minera.
Huelva, la capital, nos recibe con un colosal conjunto escultural cubista dedicado a Colón. La ciudad se encuentra situada en la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel, lo que le da un carácter muy singular.
Varias veces y por distintos parajes atravesamos el Parque de Doñana, visitando detenidamente el Palacio del Acebrón y todo su entorno.
La parte más cultural del viaje fueron las visitas al pueblo de Niebla, única población amurallada de la provincia, con preciosos vestigios de diferentes culturas: tartesias, romanas y árabes. Y la ciudad de Moguer, cuna de uno de nuestros premios nobel de literatura, Juan Ramón Jiménez. Sin olvidar los lugares colombinos como el Monasterio de la Rábida y el Parque del Descubrimiento.
Y aquí, como en cualquier punto de España que se precie, hay lugares donde las vides dan muy buenos caldos. Nosotros pudimos comprobarlo al visitar una bodega en Bollullos del Condado.
Y, para que todo fuera completo, no dejamos de visitar un pueblo del país vecino: Vilareal de San Antonio.
Casi todos habíamos visitado ya la aldea del Rocío. Volver y saborear los preparativos de sus días grandes nos gustó a todos. Las marismas estaban preciosas. Las abundantes lluvias caídas se hacían notar.
Al volver hacia Santomera hicimos una parada de varias horas en Sevilla, tan preciosa como siempre y nada calurosa en esa mañana del 11 de Mayo. Todos estábamos gozosos de regresar, pero la mayoría haciendo planes para el próximo viaje en otoño. Y es que el "buen rollo" entre todos nosotros es uno de los mayores alicientes de estas salidas.
MARIA EUGENIA
Nuestro punto de anclaje era Matalascañas, lugar de descanso y veraneo para gran número de sevillanos y que ha sabido crecer de forma armoniosa procurando conservar los espacios naturales y limitando el número de inmuebles mastodónticos.
Desde este punto hemos visitado las Minas de Río Tinto y, sobre todo, el museo minero y ferroviario en el que se exponen la cultura y el material generados por 5000 años de actividad minera. Sobresalen, por su repercusión, las actividades llevadas a cabo por los británicos que desde 1873 hasta 1954 explotaron la cuenca minera.
Huelva, la capital, nos recibe con un colosal conjunto escultural cubista dedicado a Colón. La ciudad se encuentra situada en la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel, lo que le da un carácter muy singular.
Varias veces y por distintos parajes atravesamos el Parque de Doñana, visitando detenidamente el Palacio del Acebrón y todo su entorno.
La parte más cultural del viaje fueron las visitas al pueblo de Niebla, única población amurallada de la provincia, con preciosos vestigios de diferentes culturas: tartesias, romanas y árabes. Y la ciudad de Moguer, cuna de uno de nuestros premios nobel de literatura, Juan Ramón Jiménez. Sin olvidar los lugares colombinos como el Monasterio de la Rábida y el Parque del Descubrimiento.
Y aquí, como en cualquier punto de España que se precie, hay lugares donde las vides dan muy buenos caldos. Nosotros pudimos comprobarlo al visitar una bodega en Bollullos del Condado.
Y, para que todo fuera completo, no dejamos de visitar un pueblo del país vecino: Vilareal de San Antonio.
Casi todos habíamos visitado ya la aldea del Rocío. Volver y saborear los preparativos de sus días grandes nos gustó a todos. Las marismas estaban preciosas. Las abundantes lluvias caídas se hacían notar.
Al volver hacia Santomera hicimos una parada de varias horas en Sevilla, tan preciosa como siempre y nada calurosa en esa mañana del 11 de Mayo. Todos estábamos gozosos de regresar, pero la mayoría haciendo planes para el próximo viaje en otoño. Y es que el "buen rollo" entre todos nosotros es uno de los mayores alicientes de estas salidas.
MARIA EUGENIA
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